lunes, 20 de abril de 2015

La caperucita durmiente


La caperucita durmiente.

Érase una vez en un precioso y rico reino el nacimiento de una chica a la que pusieron de nombre la Bella Caperucita .  A la niña le regalaron una caperucita roja para que le sirviera como señal de identidad y así poder ser distinguida en el resto de reinos pues no querían que llevase corona hasta los 16 años .
Cuando  celebraron el bautizo de  la chica invitaron a todas las hadas  del reino , a todas menos a una porque decían que era malvada así que no se fiaron y le ocultaron la fiesta.
Pero al final el hada sí que se enteró y por eso dijo que haría una maldición. A los 18 años se pincharía en una rueca de hilar y dormiría profundamente junto con todo el reino durante un siglo. Los habitantes creyeron que estaba loca y no le hicieron caso.

Años más tarde la chica cumplió 18 años y mientras cosía se pinchó con la aguja de la rueca de hilar y misteriosamente y casualmente se quedó dormida. Con ella también se durmieron el resto de habitantes. Así pasaron días, semanas, meses y un año y luego otro. Ya no había vida en el reino pues con la bella caperucita todos se habían sucumbido al sueño tan pronto como se cumplió la maldición.

No obstante todavía podía haber esperanza. Había un hechizo de amor que podía romper la maldición en mil pedazos.  La profecía decía que si un joven príncipe venido de lejos sin tener nada que ver con el reino dormido besaba a la bella Caperucita durmiente todo se desencantaría pero para ello debían esperar un siglo mientras dormían, probablemente sin ser conscientes de que llevan así años.

Finalmente pasó el siglo y legó a caballo un joven príncipe muy guapo al que todos conocían por el nombre del Lobo Feroz. Era totalmente peludo y no llevaba ropa exceptuando un bonito sombrero acabado en una pluma de colores. Su caballo era realmente un león cachorro pues el príncipe no podía disponer de otra montura. Él siempre decía: “El caballo el poco feroz para mí”. El lobo desmontó y corrió, mejor dicho gateó, hasta un enorme castillo. Como era muy curioso no pudo evitar observar que estaba petrificado y rodeado de hiedras. Sacó una espada, mejor dicho a una abuelita que había sacado de un armario, y comenzó a destrozar las plantas hasta dejar el suficiente espacio para poder pasar. Recorrió los pasillos hasta que llegó a una alcoba en la que tan solo había una rueda de hilar y una joven princesa dormida. El lobo se quedó maravillado con tanta dulzura.
Pensó dos cosas: podía comerla ahora que dormía o despertarla pues también estaba enamorado de ella. Optó por lo segundo pues podría comerla en cualquier otro momento así que decidió despertarla. No sabía cómo hacerlo, la meneó “suavemente” y con mucha “delicadeza”, con tanta que la tiró al suelo pero no despertó. Pensó en besarla así que la besó, es decir que le lamió los labios con su lengua animal, y la chica poco a poco despertó y con ella todo el reino y el castillo. El príncipe lo miraba todo con curiosidad y tuvo una duda: ¿Qué le harían a él?

La muchacha fue agradable a pesar de tener la sensación de que era malvado y planeaba hacer algo malo pero se enamoró y se casaron. Y ahora diréis: ¿y qué pasó, como acabó? ¿Fueron felices y comieron perdices o se la comió el lobo? Y ahora yo os digo, pensadlo bien y creedme si os digo que no se la comió pero tampoco fueron felices. Simplemente convivían y tuvieron algunas peleas por lo de la anciana sacada del armario.
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