La caperucita
durmiente.
Érase una vez
en un precioso y rico reino el nacimiento de una chica a la que pusieron de nombre la Bella Caperucita . A la niña
le regalaron una caperucita roja para que le sirviera como señal de identidad y
así poder ser distinguida en el resto de reinos pues no querían que llevase
corona hasta los 16 años .
Cuando celebraron el bautizo de la chica invitaron a todas las hadas del reino , a todas menos a una porque decían
que era malvada así que no se fiaron y le ocultaron la fiesta.
Pero al final
el hada sí que se enteró y por eso dijo que haría una maldición. A los 18 años
se pincharía en una rueca de hilar y dormiría profundamente junto con todo el reino
durante un siglo. Los habitantes creyeron que estaba loca y no le hicieron
caso.
Años más tarde
la chica cumplió 18 años y mientras cosía se pinchó con la aguja de la rueca de
hilar y misteriosamente y casualmente se quedó dormida. Con ella también se
durmieron el resto de habitantes. Así pasaron días, semanas, meses y un año y
luego otro. Ya no había vida en el reino pues con la bella caperucita todos se
habían sucumbido al sueño tan pronto como se cumplió la maldición.
No obstante todavía
podía haber esperanza. Había un hechizo de amor que podía romper la maldición
en mil pedazos. La profecía decía que si
un joven príncipe venido de lejos sin tener nada que ver con el reino dormido
besaba a la bella Caperucita durmiente todo se desencantaría pero para ello
debían esperar un siglo mientras dormían, probablemente sin ser conscientes de
que llevan así años.
Finalmente pasó
el siglo y legó a caballo un joven príncipe muy guapo al que todos conocían por
el nombre del Lobo Feroz. Era totalmente peludo y no llevaba ropa exceptuando
un bonito sombrero acabado en una pluma de colores. Su caballo era realmente un león cachorro pues el príncipe no podía disponer de otra
montura. Él siempre decía: “El caballo el poco feroz para mí”. El lobo
desmontó y corrió, mejor dicho gateó, hasta un enorme castillo. Como era muy
curioso no pudo evitar observar que estaba petrificado y rodeado de hiedras.
Sacó una espada, mejor dicho a una abuelita que había sacado de un armario, y
comenzó a destrozar las plantas hasta dejar el suficiente espacio para poder
pasar. Recorrió los pasillos hasta que llegó a una alcoba en la que tan solo
había una rueda de hilar y una joven princesa dormida. El lobo se quedó
maravillado con tanta dulzura.
Pensó dos
cosas: podía comerla ahora que dormía o despertarla pues también estaba
enamorado de ella. Optó por lo segundo pues podría comerla en cualquier otro
momento así que decidió despertarla. No sabía cómo hacerlo, la meneó
“suavemente” y con mucha “delicadeza”, con tanta que la tiró al suelo pero no
despertó. Pensó en besarla así que la besó, es decir que le lamió los labios
con su lengua animal, y la chica poco a poco despertó y con ella todo el reino
y el castillo. El príncipe lo miraba todo con curiosidad y tuvo una duda: ¿Qué
le harían a él?
La muchacha fue
agradable a pesar de tener la sensación de que era malvado y planeaba hacer
algo malo pero se enamoró y se casaron. Y ahora diréis: ¿y qué pasó, como
acabó? ¿Fueron felices y comieron perdices o se la comió el lobo? Y ahora yo os
digo, pensadlo bien y creedme si os digo que no se la comió pero tampoco fueron
felices. Simplemente convivían y tuvieron algunas peleas por lo de la anciana
sacada del armario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario