El rumor del viento se lo dijo…
Un
presentimiento oscuro rondaba su cabeza. Todos los días iban al colegio llamado
la Paz.
Entre dunas
relucía majestuoso rodeado de casas en forma de huevo. Al otro lado de la
carretera polvorienta sobresalían las jaimas de colores.
En el desierto
del Sahara siempre se masticaba arena.
Salca le contó a
su mejor amiga que algo extraño estaba sucediendo en su familia. Tenía 15 años.
De tez morena y ojos brillantes. Una larga trenza adornaba su espalda. En su
mano derecha lucía un anillo de color turquesa que le había regalado su novio.
Un día llegó muy
triste a clase…
La noche
anterior, desde su pequeña y decorada habitación había escuchado un grito de
pelea que provenía del salón.
Salca pensó que
era de su padre pero no lo tenía muy claro. Para comprobarlo bajó las viejas,
descuidadas y crujientes escaleras de madera, con el corazón encogido por temor
a ser descubierta.
Cuando llegó a
la planta baja se situó detrás de la puerta, que contenía una cerradura por la
cual Salca observó la extraña escena. La chica vio como su padre levantaba
furiosamente el puño, con una expresión de ira en su rostro. Su madre estaba de
espaldas. De repente crujieron las escaleras y ella se fue rápidamente y
asustada a su cuarto.
Su padre la oyó
y subió las escaleras, cuando llegó vio a Salca con la manta echada y de lado,
haciéndose la dormida. El hombre se marchó cerrando la puerta furiosamente y
con fuerza, haciendo que retumbara toda la casa. Pero esa noche Salca no
durmió.
A la mañana
siguiente Salca estaba muy triste. Sus compañeros leyeron en su rostro la
preocupación.
Durante las
clases no atendió, algo que no era normal en ella. En el recreo, su mejor
amiga, le preguntó que le pasaba. La chica, dudó un poco al principio pero
después decidió contarlo todo.
Cuando terminó
de contar la historia, su amiga Lec la contempló unos instantes y le susurró
algo al oído.
-Ven a mi casa a
pasar la noche, así pensarás en otra cosa.
Pero Salca, que
habría aceptado en otra ocasión, dijo que no.
Lec estaba
preocupada, iba a decir algo pero la interrumpió una campana que les indicaba
que el recreo había terminado. Salca siguió sin atender durante el resto de
clases y aguardaba impacientemente la hora de volver a casa.
Por el camino a
esta, se encontró a Alex, su novio que caminó despacio junto a ella. Hasta que
se decidió a hablar.
-Anímate, habla
un poco, parece que te ha comido la lengua el gato.
Pero Salca entró
en su casa a toda prisa y cerró la puerta, no sin antes darle una nota a alez.
El chico dubitativo
e incrédulo la leyó.
Lo siento Alex, hoy no me puedo entretener. Estoy muy triste y
no te puedo decir el por qué, tan solo Lec lo sabe.
Salca.
Alex se enfadó.
¿Tan poca confianza tenía en él? En ese caso la castigaría, la atacaría.
Durante la
comida, hubo un gran bullicio y de repente su madre y su padre hablaron de un
gran tema. Se iban a mudar.
-Necesitamos un
cambio de aires-dijo su madre.
-Es verdad,
necesitas separarte de esos chicos estúpidos que tienes por amigos-aclaró su
padre.
-Alex no es un
estúpido.-Dijo ella.- Además no pienso irme sin Lec.
-Lec también
viene, nuestra familia se mudará con la suya. Alex no.
Salca se levantó
y se fue a su cuarto. Tampoco estaba tan mal. El desierto del Sahara no era
para ella y Alex… podría vivir sin él. En realidad nunca le había gustado.
Volvió al
comedor y dijo claramente:
¿Cuándo nos
vamos?- Lo dijo porque supo que la escena de ayer fue un simple malentendido.
Al cabo de un
rato llamó a Lec y pasó la noche en su casa junto a su amiga.
Al día
siguiente, después de la escuela, las dos familias se marcharon y pusieron
rumbo a otro sitio. Sin embargo lo que no sabían las dos chicas, que hablaban y
reían animadamente, era que las dos familias se habían mudado para proteger a
las dos amigas de Alex.
Ahora, guardemos
el secreto.
Blanca Ledesma
Luque 6ºc
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